jueves, 19 de noviembre de 2015

Diversión entre riscos

Quisiera comenzar esta nueva entrada del blog dando las gracias al grupo de monis que fueron los encargados de que pudiéramos realizar esta gran actividad y sobre todo a Pane, que fue el cerebro de todas las gestiones: buscar las fechas, mover a la gente, coordinar las inscripciones; y al final no pudo hacer el curso con nosotros. Sí, el curso. Esta grandísima gente quedó en regalar a un servidor un pedazo curso de montañismo avanzado, impartido por la Federación Madrileña de Montañismo, por mi cumpleaños; y la verdad es que me encantó la idea.

Comenzamos el pasado miércoles con una sesión teórica sobre cabuyería (el arte de hacer nudos con cualquier material), donde aprendimos cosas tan interesantes como el tipo de cuerdas de escalada, sus dimensiones, su índice de abrasión y resistencia; y sobre todo, nudos. Todo tipo de nudos: el ocho, el doble ocho por chicote (que es el extremo/cabo de una cuerda), el doble ocho enfrentado; el doble ocho con seno, el vallestrinque y alguno que otro más que seguro que ya se me ha olvidado.

Jesús, nuestro profe, fue bastante paciente con nuestras preguntas y nuestras torpezas (sobre todo las mías) y nos emplazó al sábado por la mañana en la Sierra de la Cabrera. Quedamos prontito y después de retomar de nuevo la clase teórica de los nudos, nos pusimos manos a la obra a buscar puntos de fortuna (rocas, árboles, riscos...) donde poder asegurar con cuerdas a nuestra expedición si se diera el caso. 

Antes ya nos habíamos "disfrazado" de escaladores con arnés, mosquetones y varias cintas y cordinos, Parecíamos unos árboles de Navidad bastante curiosos y originales con tantos colgajos pendiendo del porta material del arnés. Nos colocamos nuestro casco de Calimero, (siempre hay que ir con seguridad en este tipo de actividades), y ale, a por la aventura.

La mañana discurrió con normalidad, asimilando todo tipo de instrumentos y nudos. Nuestra pericia en cabuyería avanzaba y ya después de comer, nos tocó poner en práctica aquello de hacer ensambles de dos y tres personas; esto es, valga el símil, ir encordados mientras el primero va poniendo elementos de seguridad y el último los va quitando. Ali, Ricardo y yo formábamos uno de los grupos y Ainhoa y Marivi el otro. No se nos dio mal y después de un par de intentos acabamos sudando y con algo de cansancio. 

El día lo terminamos montando un rapel y descendiendo una pequeña caída vertical. Bastante curioso es la forma de unir todo tipo de cuerdas, cestas, mosquetones y demás instrumentos.
A simple vista parece demasiado complicado de entender, pero después de repetirlo varias veces y tras pensar que si no está bien hecho puedes picar billete, más vale prestar atención.


Terminamos nuestra primera toma de contacto casi casi al anochecer; estábamos con el subidón después de la buena experiencia que habíamos tenido y nos despedimos hasta el día siguiente, domingo, pero esta vez en el Puerto de Navacerrada.

Llegó el día siguiente y con algunas agujetillas, tomamos el camino que sube hacia la Maliciosa por la Bola del Mundo y nos paramos en una de las primeras praderas que hay repletas de peñascos. Fíjate que después de haber pasado por ahí infinidad de veces, nunca había pensado que pudiéramos hacer prácticas de trepadas con cuerdas en aquella zona.

Nos repartimos el material del día siguiente. Jesús nos enseñó a atarnos bien el material del arnés y dejamos de parecer graciosos árboles de Navidad: ya eramos casi escaladores semi expertos. Comenzamos repasando unos pocos nudos y comenzamos a buscar puntos de reunión en una trepada. Estos puntos son los más fuertes y, tras un ensamble corto o largo, podemos esperar a los miembros de la expedición, sobre todo por si nos hemos quedado sin material al ir asegurando a nuestros compañeros. El tema de buscar puntos de reunión fue gracioso, porque hasta este momento yo al menos no me había parado a observar de cerca las rocas ni a comprobar su fiabilidad. En eso consiste también las trepadas, en ir certificando, como diría Jose, cualquier tronco grueso o roca bien puesta.

Continuábamos avanzando en nuestros progresos y fue entonces cuando Jesús nos enseñó a asegurar al compañero de abajo mientras el primero sube; y asegurar al segundo estando el primero ya en la cima de la trepada (lo entendéis no? jajajaja). Hicimos grupos y elegimos algunas grietas para poder escalar un poquito y que llegara la acción. Ali se quedó con el profe, Ainhoa con Marivi y Ricardo y yo fuimos el tercer grupo. 
No se nos daba mal y nos turnamos. Ali decidió trepar una pared considerable. Acompañada del profe, ví que empezaba a ascender y a colocar cuerdas, friends, fisureros y demás artilugios entre las grietas de las rocas. Yo no lo ví, pero dicen que se asustó un poco, supongo que de la altura. 

He de reconocer que a mí también me entró el canguelo, sobre todo cuando veáis la foto donde se nos ve a Ricardo y a mí en lo alto de una roquita cual cabras, al menos yo lo parecía. 

Ali siguió escalando y escalando y llegó a la cima de la vertiente que había decidido escalar. Ainhoa y Marivi se perdieron de mi vista, nosotros estábamos más bien expuestos y algo nerviosos.

El caso es que no habíamos reparado en cómo bajar después de alcanzar nuestros objetivos. Era algo que tenía guardado el profe porque no nos lo dijo (al menos yo no lo recuerdo). Pero sí, efectivamente teníamos que bajar haciendo rapel.

Ricardo y yo nos lo tomamos con calma, sobre todo yo, que de los nervios al estar colgado, me fumé un piti más feliz que una perdiz (guardando, por supuesto la colilla para no estropear el monte).  Vino Jesús y nos ayudó a montar el rapel, porque la vertiente por la que teníamos que bajar era algo peculiar y se te ponía mala cara solo con mirar hacia abajo. 

Nos dispusimos para ello y la verdad es que la experiencia fue brutal, porque era un rapel mucho más grande que el que hicimos el día anterior y con algo de dificultad, porque en un momento dejabas de tener apoyo en uno de los pies y tenías un poco más de aventura. La ocasión lo merecía y salieron unas fotos bastante chulas:











Las chicas también hicieron rapel para bajar de sus cumbres. Ellas solas montaron el rapel, obviamente el profe comprobó que todo estuviera en su sitio para que pudieran bajar sin problema. Esta vez sí que pondré las fotos de ese rapel porque salieron increíbles. A estas alturas ya teníamos casi interiorizado el mecanismo de nudos y demás cosas y sobre todo la técnica para rapel, que aunque parece demasiado fácil, hay que tener algo de coordinación entre la mente, las manos y las piernas, a riesgo de hacer la croqueta o voltearte.








Ya iba siendo tarde y nuestros estómagos nos pedía comida, así es que paramos a comer. Se estaba la mar de gusto sentados en una roquita, con el sol en la cara y comiendo nuestros manjares. No dejamos mucho tiempo a la pereza y, tras coger de nuevo las mochilas y el material, nos fuimos buscando una nueva vertiente donde hacer un pasamanos, un sistema de cuerdas que podemos montar en aquellos pasos de montaña algo expuestos, o simplemente para ayudar a aquellos que vayan con nosotros y que tengan algo de miedo o no se vean con fuerzas. El pasamanos nos resultó más atractivo porque lo hicimos en grupo, todos a la vez, bien coordinados. Marivi, Ali y Ricardo iban buscando lugares donde colocar nuestros puntos de fortuna, y Ainhoa y yo íbamos colocando y tensando la cuerda, que sería el pasamanos. 

El tiempo se nos echó encima y el atardecer nos sorprendió, regalándonos impresionantes vistas que no tardamos en retratar. Aunque no se nos vea bien, ahí estábamos después de todo; después de dos días intensos llenos de muchas buenas y nuevas experiencias.

Nos despedimos más adelante, ya en el aparcamiento, haciendo el propósito de volver a quedar para repasar todos los nudos, la técnica y demás cosas que aprendimos durante el fin de semana. La apuesta de las cervezas y los mosquetones (cada vez que alguien se dejaba un mosquetón abierto, siempre que estuviera trabajando en seguridad, se anotaba una cerveza) la tuvimos que cancelar por lo tarde que era. Aún así creo que hicimos bien, porque perdimos el recuento de cervezas al medio día del domingo, por lo que hubiera sido peligroso coger el coche después.

Si he comenzado la entrada dando las gracias a este fantástico grupo, quisiera terminar dando las gracias a Jesús, nuestro profe, por la inmensa paciencia que tuvo con nosotros todo el fin de semana y por la transmisión de tantos conocimientos sobre montaña y montañismo, que seguramente pondremos en práctica antes the winter is coming .








lunes, 19 de octubre de 2015

Una nueva temporada "montañil"

Desde la última entrada, Una PTña aventura, nuestras apariciones montañiles han sido más bien escasas, por no decir nulas. Unos servidores estuvimos bastante aislados estudiando y preparando las oposiciones (con un final más que feliz, todo hay que decirlo), y así llegamos al tiempo estival, donde ya cada uno se marcha a tostarse al sol de las playas o decide hacer honorables campamentos y solidarios Caminos de Santiago con Menudos Corazones.

El caso es que el mono de montaña ya se había convertido en orangután, y decidimos poner toda la carne en el asador para darle plátanos al maldito primate, y así calmar nuestras ansias de aire fresco, buen ambiente y fabulosas vistas. Decidimos marcharnos, esta vez, al pico Abantos, situado en la Sierra de Guadarrama, muy cerquita de San Lorenzo de El Escorial.

Para no perder la costumbre quedamos por el barrio de Pane, punto neurálgico de nuestras matutinas quedadas y nos pusimos al día con las nuevas presentaciones: la nueva adquisición de Aly, no sé si ya le pusiste nombre, el hermano gemelo y rojo del avión de Pane; e "hybridín", la nueva adquisición de unos servidores.

Tras el clásico café/té ya nos encaminamos, montados en "hybridín", hacia San Lorenzo. En el camino tuvimos la ocasión de comentar todas las pijadas y extras del coche, sobre todo el espectacular skyview, el maletero y demás cosas técnicas como el interesante consumo, la pantalla táctil y esas cosas que solo unos pocos son capaces de entenderlo a la perfección.

Otros nos limitamos a observar y a exclamar "Ohhh", cuando vemos de nuevo el maletero, el skyview o la pantalla del gps.


Poco tiempo después ya estábamos aparcados cerca del camino de la subida hacia nuestro objetivo. Comenzamos partiendo del camino que bordea la presa de El Romeral por la derecha. A estas alturas, y después de un verano algo caluroso y exigente, el peculiar embalse presentaba poca agua, como la mayoría de la Comunidad.

Desde luego las vistas merecen la pena, sobre todo al divisar la figura de Las Machotas, al fondo de la imagen.

Al dejar atrás el embalse, continuamos nuestro camino siguiendo las marcas del GR y justo cuando nos cruzamos con una carretera, nos desviamos a la izquierda en lugar de tomar el camino de la derecha, y eso nos hizo desviarnos más adelante. Nos tomó un poco de tiempo darnos cuenta que no íbamos bien encaminados, y decidimos buscar el sendero que ascendía sin contemplaciones por la ladera de la montaña.

En cuanto lo encontramos pudimos comprobar que el desnivel nos dejaba algunas instantáneas dignas de tener en cuenta.

Un poco más adelante, continuando nuestro camino, llegamos a un pequeño collado donde decidimos descansar un poco y respirar más aire limpio. Algunos anduvimos más lentos ya que nos costaba más de lo normal; pero allí estaban ellos, Pane, Aly y Ricardo, esperando pacientemente a que Bego y yo culmináramos aquel pequeño repecho. El día estaba siendo bueno en cuanto a temperatura, pero la sombra y el viento hacía que nos pusiéramos algo más de ropa. Fue un día un poco puñetero, según Pane, ya que no sabes qué tipo de ropa llevarte: ligera o de abrigo... tuvo toda la razón, aunque yo eché de menos el gorrito, ya que las orejillas se me quedaban frías por momentos, y la falta de pelo en la cabeza también me hacía pensar en este tremendo fallo ...



Después de la pequeña parada ya solo nos quedaba subir un poco más, por un camino entre pinares. Si fuera verano se estaría la mar de a gusto paseando por las sombras de los árboles, pero el vientecillo se iba metiendo entre la ropa y lo hacía algo incómodo. 

El camino acababa en una explanada coronada por una fuente, y ahí nos paramos a tomar un aperitivo, para tener algo en el estómago y afrontar la última subida hacia nuestra meta. Tras salir de la explanada, llegamos a una ancha pista forestal que nos llevó hasta el primer objetivo, una especie de estación meteorológica.

Nuestras caras ya reflejaban algo menos de ansiedad porque al girar la cabeza a nuestra izquierda, ya podíamos contemplar el vértice geodésico que nos indicaba el final de la subida. 

Las vistas y el viento eran especialmente impresionantes, sobre todo las primeras de todas, donde las oscuras nubes amenazaban lluvia.
El horizonte se veía cargadito de nubes pero sin apenas peligro.




 Las vistas de la zona de El Escorial, Las Machotas, Siete Picos, Maliciosa y, al fondo de esta segunda imagen, la silueta de Madrid y el embalse de Valmayor, hacen de aquella subida algo más especial.
Apenas estuvimos mucho tiempo porque el viento se hacía algo más fuerte y teníamos ganas de coronar la cima. Nos dirigimos entonces hacia la izquierda, siguiendo la cresta de la montaña, hasta que nos encontramos al borde de una estación meteorológica y nuestro final de ruta. 
El viento se hacía más palpable y los móviles no hicieron más que sacar foto tras foto, para inmortalizar el momento. De hecho unas cuantas fueron estas...





...Y el camino de vuelta fue mucho más cómodo y rápido que el de la ida. Mientras Aly y Bego mantenían una interesante charla pedagógica sobre los coles y la Educación, intuyo que Infantil, Ricardo, Pane y yo decidimos andar algo más rápido y desandamos el camino de vuelta a mayor velocidad. En una de nuestras paradas para esperarlas, nos sorprendió un grupo de gente poco ataviada para una excursión de montaña: vaqueros, camisa de cuadros, sudaderas de marcas conocidas, polos rosas, zapatillas lisas...; que nos hicieron pensar que no habían ido a compartir momentos de naturaleza ni deporte, sobre todo después de observar una botella de vino de cristal.

Ya no quedaba nada para llegar casi a nuestro punto de partida, y decidimos parar en el mirador del embalse de El Romeral, que por la mañana habíamos contemplado pero del que habíamos pasado de largo. Varias ensaladas de pasta, bocadillos de tortilla, sandwiches diversos y buen chocolate nos alivió el hambre que teníamos y terminamos tomando un café en cierto bar donde nos querían cobrar algo que no habíamos consumido (en concreto unas tablas de patatas y algunas cervezas, si no recuerdo mal). Poco después nos enteramos que nuestra mesa había desaparecido del sistema informático del bar...Al menos nos podían haber invitado a dos tés, dos refrescos y un café con leche; total, habíamos desaparecido de El Escorial.

"Hybridín" nos llevó a tiempo al barrio de Pane y nos despedimos hasta la siguiente vez que nos viéramos, que será dentro de no mucho, ya que algunos Principitos nos marcaremos un Curso Avanzado de Montañismo (hemos pasado del Básico porque ya estamos algo curtidos, jajaja). Pane, además, nos recordó que, por primera vez, conseguiremos vernos al menos una vez al mes hasta que acabe el año, cosa que nos alegra a todos...¿o no? jajaja.

Para no aburriros más, aquí os dejo los datos grabados de Wikiloc, aunque deciros que nos hemos dado cuenta que estos pueden no ser muy fiables. El caso es que son bastante aproximados...

Gracias a todos por compartir de nuevo este nuevo curso de montaña, donde esperamos compartir y disfrutar de muchas más aventuras y buenos y gratos momentos. Y ánimo a Diversión, en su nueva andadura en el mundo del ocio y el tiempo libre. Mis mejores deseos para ellos.

lunes, 23 de marzo de 2015

Una "PTeña" aventura

La vida hay que tomársela con un poco más de optimismo y confianza. Al menos eso me quedó claro después de "Caminante no hay camino...". El caso es que hoy amanecía bastante nublado y con mucha previsión de lluvia. El eclipse solar del pasado viernes ya nos pronosticaba que el mal tiempo nos iba a hacer una visita. Aún así, eso no nos impidió que tuviéramos el suficiente arrojo (para los que no lo entiendan, valentía...jajaja, que luego dicen que un servidor habla con palabras raras como recovecos), y nos lanzamos en busca de una "PTeña" aventura.

Como otras veces, nuestro punto de encuentro fue el antaño lugar donde estuvo Hislibris Tabernae, y un poco más tarde de las nueve de la mañana, pusimos rumbo hacia El Escorial para alcanzar la cumbre de las Machotas, ya coronadas en varias de nuestras excursiones anteriores, pero no registrada en Wikiloc.

El camino fue rápido y sin contratiempos, a ver quién era el guapo que se atrevía a hacer una excursión un día como hoy, y en nada nos encontrábamos en el mítico lugar donde aconteció la deshonrosa cagata y fuga, lugar de peregrinaje para los amantes del café y de los tés. 

La lluvia que nos dio la bienvenida en Madrid nos dio un respiro y apenas notamos algunas gotas en nuestras cabezas alopécicas (también llamadas carvis)... bueno, más bien en la mía, porque el resto anda bastante sobrado de pelo. Como todos ya sabéis, Pane no es humano, es un extraterrestre con la fuerza de mil toros; de hecho es tan fuerte que si le pides en un bar que te cruja un par de vértebras, el tío va y te las cruje, así, sin más; y si no que se lo digan a la PTña de Bego, que empezó la caminata con menos dolor en la espalda. Pero ahí no queda la cosa, sino que el mismo extraterrestre (desde el cariño, claro), come según la estación en la que se encuentre: en invierno come por el tacto, y en verano, por la vista, comprobando siempre el nivel de sus abdominales.

Después de nuestros graciosos comentarios y nuestro café calentito, nos dirigimos con el coche hacia la Silla de Felipe II, donde aparcamos y comenzamos nuestra aventura. Poco tiempo después de andar, ya nos estábamos haciendo fotos en la Casa del Sordo, llamada así porque el susodicho habitante era incapaz de escuchar lo que se decía en El Escorial, aportación de Pane tras haberlo leído en El Escorial Times, rotativo escurialense de la época herreriana.
El camino atravesaba un precioso bosque y al comenzar a ascender, a más de una le empezó a entrar algún que otro sofoco. Tras investigar y analizar si era por la altitud (no sé si habíamos alcanzado ni siquiera los mil metros de altura), nos dimos cuenta que quizá nuestra forma física no era la adecuada; no así para Pane, que se encontraba fresco cual campo de rocío en una mañana estival.

Una vez alcanzado el collado y después de coger un poco de aire, las vistas que contemplábamos eran muy bonitas. El aire frío, los verdes paisajes y el descubrimiento de las mega antenas de la Nasa hicieron que Bego e Irene tuvieran que utilizar uno o varios kleenex para aguantar la emoción del momento. Tanto era así que la abuela trekking (Irene), bautizada así por Pane, no se separaba ni un ápice de su querido pañuelo. El camino serpenteaba por entre la segunda machota, y cuando por fin alcanzamos a ver el vértice geodésico que era nuestro objetivo final, a Bego le entraron casi los mil males. La pobre ya casi no podía aguantar más y, tras nuestros infundados ánimos, conseguimos que viera la meta como algo posible y al alcance de la mano. 
Nos pusimos en marcha, y después de asegurarnos que íbamos por buen camino como muestra la foto de Pane colocando hitos (otra cosa no sé, pero hitos colocó unos cuanto el muy extraterrestre), llegamos hasta la base de las machotas, una gran mole de piedra que nos exigiría una última prueba de habilidad y equilibrio. No nos fue demasiado complicado y por fin alcanzamos la ansiada cima:





Los fantásticos compañeros de viaje de Irene y Bego también querían salir en la foto y... ahí estaban ellos, agarrados a las naricillas de nuestas amigas. 
No duramos mucho en la cumbre porque el libro que siempre se encontraba para firmar no estaba, y hacía un viento helador. Con estas nos decidimos a bajar y a refugiarnos en unas rocas que nos deparaban unas más que espectaculares vistas del embalse de Valmayor y, al fondo, la silueta de Madrid.

Poco tiempo después empezamos a descender por el camino que habíamos tomado en la subida. La bajada fue rápida y sin contratiempos, esquivando piedras, raíces, un niño rubio perdido con cara de haber pasado hambre mucho tiempo... (al padre nos lo encontramos un poco más abajo también algo apurado el hombre). Todo esto fue posible por las suelas Vibram de Bego que son tan buenas que "vibram" para avisarte de los peligros del camino. Llegamos al coche en menos tiempo que tarda el viento en desmelenarte, a alguno no nos hace falta eso, y antes de bajar optamos por el momento selfie...

Ya de nuevo en la civilización buscamos un sitio para comer algo, y entre un bar y otro, entre unos menús y otros elegimos un sitio que no conocíamos ninguno hasta ese momento. El sitio era agradable y la comida exquisita....vamos que nos pusimos las botas entre tapa y tapa; y para rematar nos tomamos un café en una pastelería no apta para diabéticos.

El camino de vuelta fue tranquilo también... Alguna PTeña se durmió en el coche como los bebés y el gran Quique Parodi sirvió como despertador, sonando en los altavoces del coche de Pane. Aprovechamos además para conseguir las camisetas del Camino de Santiago que este año hará Menudos Corazones, y desde ya animamos tanto a Pane como a Irene que se marchan este jueves a preparar el Camino como a la gente de Menudos, grandes como ellos solos...

Y hasta aquí la aventura narrada...Seguro que se me han olvidado más de una anécdota interesante y graciosa pero un servidor anda bastante liado mentalmente con las oposiciones...Y hablando de oposiciones. Como seguro que sois tan observadores o más que yo, en la crónica hay varias palabras destacadas. Al primero que comente, escribiendo un sinónimo de cada una de ellas le invito a un par de cervezas bien frías, o a ser el narrador de la siguiente excursión.

Ahí lo dejo, junto con los datos ya guardados, por fin, en Wikiloc.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Castores en el río Lozoya

Supongo que aún seguirás con una media sonrisa porque la rima en sí tiene gracia, pero aunque esta crónica relata el paseo hasta las cascadas del Purgatorio que pertenecen al río Aguilón, lo de Lozoya... Era para despistar, jajaja.
Y como tal, elegimos el pasado domingo para, una vez más, disfrutar de los paisajes que nos ofrece nuestra sierra, y en concreto una zona que un servidor no tiene para nada pateada, como es la zona de Rascafría y sus alrededores.

Los comienzos de nuestras quedadas suelen ser parecidos aunque he de mencionar que esta vez hubo dos aspectos que podrían diferenciarse de las anteriores: uno, que fuimos en un coche rojo, algo descascarillado y cuya velocidad punta solo es de 120; y dos, que esta vez sí que fue "¡Vamos a tomarnos un té!", aunque para variar fui el único que llevó la contraria y tomé mi riguroso y calentito café con leche.

Entre risas, comentarios, planes de actuación para alumnos con necesidades educativas especiales, fichas de trabajo (en este punto Pane y yo casi habíamos desconectado para ponernos al día), metodología, más risas, más comentarios y más fichas, nos dirigimos hacia el monasterio de El Paular, previa parada en una gasolinera para recoger a Natalia.

Aparcamos en el parking del monasterio y pasado el puente del Perdón, continuamos por una pista forestal desde donde se empezaban a ver imágenes ciertamente bonitas.
Las previsiones del tiempo nos habían jugado una mala pasada y a pesar de llevar chubasqueros en las mochilas, como podéis ver el cielo estaba bastante más que despejado, cosa rara a pesar de las lluvias que anunciaban. 

El camino en sí no nos estaba ofreciendo mucha dificultad, así es que paramos debajo de la sombra de un gran árbol para poder escuchar la melodiosa voz de Pane a la hora de cantar el cumpleaños feliz, versión venezolano. Ese mismo domingo fue el cumpleaños de Guillermo, el gran y optimista voluntario, aventurero y buena persona que nos acompañó en la última ruta, "Caminante no hay camino", y al que felicitamos al modo español, como colofón a la gran interpretación de Pane (siempre desde el cariño, claro...).

Antes de todo eso ya habíamos pasado las piscinas de las Presillas, lugar popularmente conocido en verano por: enjambres de niños y niñas que tienen silbatos en lugar de cuerdas vocales y van en campamentos de verano; lugareños y montañeros avezados, que se atreven a probar sus aguas; y nos habíamos parado a comer algunas moras (Nota mental: coge siempre las de color negro de arriba, están más dulces y no huelen a pis de animal), como podéis ver en la foto de la izquierda. La nota mental viene al hilo de la explicación de Seyla: "¿Tú te bañarías en la playa al lado de unos niños?" El caso es que estaban demasiado ricas para dejarlas ahí colgando y tuvimos que reprimirnos un poco para no cagarla y liarla parda.

Después de estas dos paradas y unos cuantos kilómetros más comenzamos a ver demasiada gente por nuestro mismo camino. No recuerdo una excursión donde me tuviera que parar en mitad del camino para dejar pasar a los que bajaban. En fin, era domingo y por supuesto, ellos también estaban allí, sí, sí, esos mismos, una palabra que empieza por domin y acaba en gueros, como la ciudad donde teníamos que recoger a Natalia y que Seyla dijo que empezaba por Alcobendas.

El caso era que ya estábamos llegando hacia nuestro objetivo final y del cual pudimos obtener ciertas y bonitas instantáneas:




Y fue aquí cuando ellos, los mismos de antes, hicieron acto de presencia, acompañados por unos cuantos niños de esos que, por casualidades de la vida, también tienen silbatos en lugar de cuerdas vocales (¿irían en verano ellos allí también de campamento?). Nosotros, a lo nuestro...

Que si una foto aquí....Ahora otra por allí...Ahora decido ser el más loco de todos y me descalzo para ir subiendo piedra a piedra hasta llegar a la cascada más grande... Que si ahora miro cómo un grupo de chinas, coreanas, filipinas, japonesas, tailandesas.... Bueno, asiáticas, se daban un atracón de comida regada con una señora botella de vino... Que si me entretengo en ver cómo varios perros de diferentes colores y tamaños se afanaban por trepar por las piedras con las pezuñas mojadas... El caso es que nadie o casi nadie reparó en que ya habían llegado (ellos) y que se disponían a hacer una dominguerada (término que me acabo de inventar ahora mismo y como estoy de subidón, pues lo coloco aquí...).

Nosotros ya habíamos decidido poner término a nuestras fotos, a nuestros momentos de reflexión y observación del entorno natural, perruno, asiático y demás; nos habíamos colocado en una especie de plataforma o mirador (llámalo troncos y maderas malamente puestos y ensamblados con clavos oxidados), cuando observamos en silencio cómo dos de ellos comenzaban a hacer un camino de piedras emulando a los castores, para que sus hijos y demás familiares pudieran cruzar hasta el otro lado del río. El caso es que la primera vez que les vi pensé que habían visto un pez o algo así que les había llamado la atención, pero no, estaban haciendo una especie de puentecillo con piedras. No se habían dado cuenta que cinco minutos después de colocar algunas piedras, sus hijos ya habían cruzado al otro lado y les esperaban sentados...¡Qué rabia, oye, esto de ser castor. No valoran el trabajo de uno!

Así es que con esa sensación de desahogo y de incredulidad fuimos fijándonos en las piedras para "acampar" y reponer fuerzas. Mientras Natalia, Bego y Seyla disfrutaban de sus manjares y comentaban más aspectos laborales (aún tendrían más tiempo en la bajada), Pane y yo nos fuimos a hacer el loco... Bueno, lo hizo él, yo solamente me dediqué a inmortalizarlo con el móvil y este fue el resultado...





Conseguimos que llegara sano y salvo a la hora del tentempié y, tras un mega tupper de arroz (con toque especial del padre de Pane), diversos bocatas y viandas y una reconfortante siesta, nos encaminamos a descender hacia donde estaba el coche. El camino de vuelta fue ligero y cómodo y sólo nos sorprendió un grupo de monjas que estaban en corro junto a varias familias en la zona de las Presillas. Ya en el aparcamiento donde habíamos dejado el coche aquella mañana, hicimos nuestros respectivos estiramientos (sí, yo también los hice aunque fueron tres), nos dejamos un bastón apoyado no sé donde (Bego, no te preocupes, en el Decathlon por suerte hay más) y nos dirigimos hacia Rascafría a tomarnos un café... Bueno, ya sabéis que es un decir porque ese café se transformó en cuatro limonadas caseras con un toque de hierbabuena y un té; en "La flaca", un sitio peculiar y con una carta de postres alucinante.

El camino de vuelta a Madrid iba a ser largo, ya que nos encontramos una gran caravana nada más coger la A-1, pero ahí estaba puesto en el coche el gran disco de un gran amigo y cantautor, Quique Parodi, que nos amenizó media hora (que es lo que dura todo el disco). Tuvo que ser gracias a Parodi, porque las retenciones al final no fueron demasiadas y conseguimos llegar a esa ciudad que empezaba por Alcobendas, y después a la noble zona del añorado Hislibirs Tabernae.

Termino dando las gracias como siempre a la gente que nos acompaña (a mi físicamente y a José mentalmente) en nuestras rutas y sobre todo a los participantes de ésta, Pane, Bego Natalia y Seyla... Espero poder veros en la siguiente, con mucha seguridad el pico del Nevero, y seguir compartiendo estos momentos tan agradables. Os dejo con los datos de la ruta en Wikiloc:

sábado, 6 de septiembre de 2014

"Caminante no hay camino..."

....Se hace camino al andar". Gran frase de un gran poeta como Antonio Machado, que me sirve como entrada para comentar lo vivido en la última ruta realizada por este especial grupo de personas. Al margen de realizar excursiones con el fin de tomar aire puro, desentumecer los músculos saturados del estrés de la ciudad (aunque todos o casi todos venimos de las vacaciones y no hay excusas...), o dar un tranquilo paseo por los caminos y senderos de nuestra montaña; al margen de todo esto, aprovechamos también nuestras excursiones para buenas causas como ésta que estáis leyendo. 
Por este motivo quiero mandar todo el apoyo y el ánimo posible a un grupo muy especial de personas que intentan superarse día a día en su enfermedad, y a aquellos que les hacen la vida más fácil. Es por eso que esta excursión se medio planteó como un último entrenamiento para aquellos que en breve harán un Camino de Santiago algo especial.

Con este propósito nos encaminamos a realizar una excursión ya planteada con anterioridad y de la cual no se tienen registros aún, puesto que fue imposible redactarla. Además sirvió también para añadirla a la lista que tenemos en  desietepicosacamorritos en Wikiloc.

Comenzamos tomándonos el café de rigor y sobre las diez menos cuarto nos encaminamos hacia el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares donde habíamos quedado con Rubén. El camino se nos hizo corto, ya os imaginaréis por qué, y justo cuando estábamos llegando, Rubén nos avisó que el acceso al Parque ya estaba lleno, por lo que optamos por andar desde la entrada hasta el collado de Quebrantaherraduras, que es donde habíamos pensado dejar el coche en un primer momento. Esa parte de unos 3km., no se nos hizo demasiado pesado, algunos tramos por bosque y otros por carretera; y en poco tiempo alcanzamos el mencionado collado.


El camino comienza con unas escaleras y va ascendiendo ligeramente, mientras por la derecha comienzan a verse espectaculares paisajes de la cara más famosa de la Pedriza, desde donde se atisba de manera fantástica la mole de el Yelmo y las Torres de la Pedriza.

Esta primera parte se hace fácil puesto que no hay demasiadas rampas a tener en cuenta y de forma llana, vamos avanzando de manera rápida.

Una vez que terminamos de atravesar un pequeño bosque, una pista forestal se cruza en nuestro camino y vemos una espectacular cuesta que nos hace presagiar (algunos ya nos la conocíamos) la dificultad del siguiente tramo.

Justo antes de seguir subiendo decidimos parar a tomar un refrigerio, y ya de paso comentamos algunos aspectos de nuestras vidas, como nuestros trabajos o el proyecto de Menudos Corazones que se va a llevar a cabo en breve. Guillermo, un nuevo fichaje para este loco grupo de la montaña, y Pane son algunos de los monitores que acompañaran al grupo de chicos en el Camino y por lo tanto nos informaron sobre todo lo que ya tenían preparado.

También nos ayudó esta parada a reflexionar sobre la eficacia de la memorización de las tablas de multiplicar y la resolución de problemas matemáticos y no tan matemáticos de nuestra vida. Sin duda el mal de altura o comenzaba a hacernos mella o es que definitivamente estamos locos de remate, jajaja.
Después de descansar y tomar oxígeno, comenzamos a subir y ya pronto nuestras piernas comenzaron a notar la dificultad de la senda. Entre las sombras del bosque se oían nuestras pisadas y resoplidos y un pequeño mirador a nuestra derecha nos "obligó" a pararnos para deleitarnos con la maravilla de las vistas. Las fotos las incluiré más adelante porque el primer mirador con el que nos encontramos se hizo muuuuucho más grande y fue ahí donde nos paramos más tiempo para retratar nuestros cuerpos serranos y de paso "adoptar" a una perrilla que también quería ser protagonista de nuestra hazaña y de nuestro propósito.



Desde estas impresionantes piedras ya podíamos ver casi casi el final de nuestra ruta.


Nuestra senda llaneaba y ligeramente iba ascendiendo hasta llegar al Collado de las Vacas, desde el cual ya sólo nos quedaba un último repecho entre el final de la ruta y nosotros.

 Ante todo hay que decir que el año pasado realizamos esta misma excursión y justo llegando al final, un par de montañeros nos "picaron" a Pane y a mí y nos convencieron para subir a la Maliciosa, la cumbre famosa que se encuentra al lado de La Bola del Mundo. Esta vez no fue así y decidimos quedarnos donde hubiéramos acabado el año pasado... en la "Maliciosa baja", cumbre que debe ser que solo aparece en mi guía de excursiones.

Cuando por fin llegamos hasta nuestro escondrijo, nos paramos a comer toda la clase de viandas que habíamos cargado en nuestras espaldas. Mencionar, como no, la super ensalada de pasta de Pane, ya conocida en rutas anteriores. Mientras seguíamos descansando y reponiendo fuerzas, algo llamó nuestra atención a nuestra espalda...Por una pequeña ladera vimos como tres mujeres de una cierta avanzada edad (todos calculamos que mínimo tendrían unos 50 años) empezaban a bajar y con paso firme decidían continuar. Les miramos a ellas y luego nos miramos nosotros y creo que nadie pudo decir nada por vergüenza propia...Al menos yo reconozco que no me encuentro en mi mejor forma.

El cielo comenzó a cubrirse de nubes bastante negras como las de la imagen y tras tres avisos en forma de trueno, nos decidimos por recoger rápidamente y comenzar a bajar.
La primera bajada fue algo más complicada por la pendiente y por las rocas, algunas resbaladizas por la arenilla, y otras porque no estaban del todo agarradas al suelo. No nos costó demasiado y al llegar al Collado de las Vacas nos encontramos con las tres mujeres de antes, que habían parado para reponer fuerzas.
Les despedimos y continuamos nuestro descenso mirando más hacia las nubes negras que íbamos dejando atrás que hacia el camino que teníamos que recorrer, haciendo paradas obligadas para inmortalizar uno de los propósitos de esta ruta.




Recorrimos el camino de bajada a buen ritmo y casi al final del todo, Rubén y yo nos dimos cuenta que el resto no nos seguía. Volvimos sobre nuestras pisadas y fue entonces cuando nos enteramos que Pane había decidido comprobar el estado del camino y la dureza de las rocas. Le vimos como una herida ya curada por una tirita en la pierna derecha. No le dimos más importancia, pero cuando nos dijo que esa misma tarde ya en Madrid o al día siguiente le habían dado tres puntos al menos yo pensé que el camino había quedado destrozado, eso por lo menos.

Ya en el collado de Quebrantaherraduras la mente nos hacía pensar en el coche, y teniendo en cuenta que casi no teníamos agua en nuestras cantimploras, intentamos apretar el paso lo máximo posible. He de decir que en esta excursión es necesario llevar al menos dos litros de agua por cabeza en verano y aunque no habíamos reparado en este aspecto, seguro que no se nos vuelve a olvidar más.

Cuando llegamos al coche y dejamos todas las cosas en los maleteros, decidimos bajar hasta el Manzanares el Real a tomarnos un último refrigerio, previo paso por el supermercado para aliviar nuestra sed. Nunca antes me había pasado de esperar la fila en la caja para pagar y habernos bebido casi la mitad de la botella....pero que nos quiten lo bailao, la sed apremiaba y el aquarius estaba tan fresquitoooo....

Y ya por fin nos sentamos en una terracita a tomar una cerveza. Lo de la cerveza es un decir, porque luego nadie se la tomó... Fue igual que esa misma mañana, cuando a las nueve dijimos "venga, vamos a tomarnos un café", y tres personas se piden un té verde...jajajaja cosas de las excursiones y de los excursionistas. El caso es que mientras Guillermo nos hablaba de la optimistología (corregidme si me equivoco) y de la forma de afrontar la búsqueda de trabajo, tres personas con bastones de montaña se nos acercaban. ¿Adivináis quiénes eran? Pues sí, las tres mujeres que dejamos en el Collado de las Vacas justo después de comer; las mismas mujeres habían hecho mucho más camino que nosotros y desde el Parque habían bajado hasta Manzanares andando. Desde luego que mi forma física está por los suelos.

¡¡Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete!!! Perdón, es que se acerca el momento de empezar un curso nuevo y ya se me empieza a notar en las venas. La excursión terminó en el barrio de Pane, con un frustrado intento de tomarnos un batido riquísimo de fresas y despidiéndonos para pensar en una nueva ruta.

Agradecer a Guillermo su incorporación a la excursión y al resto... ¡pues también! Siempre es un placer salir a la montaña y hablar de mil y una historias diferentes.

Os dejo el perfil y los datos de Wikiloc, como siempre...


lunes, 5 de mayo de 2014

Un día de emociones...

..Y que también rima con montones, por ejemplo... Ay, las emociones... Aly seguro que nos daría un buen máster sobre todo ello después de realizar un mega trabajo para la Universidad...
Pero el caso es que en la última ruta emociones vimos, y muchas... Y para muestra, un botón:


Sin embargo, no todo empieza ahí, en un bar del pueblo de Lozoya, sino en el famoso y cordial Hislibris Tabernae, recientemente cerrado y que nos provocó gran pena. Como siempre, nos dispusimos unos cuantos (los de la foto de arriba y un servidor que es el que toma la preciosa instantánea) a desafiar el viento helado que nos hacía presagiar que más de un contratiempo nos iba a acontecer en la ruta. Pane esta vez se portó bien y permitió que los que íbamos en el coche de Maca (que esta vez sí se lo llevó) no llegáramos con una hora de retraso. El caso es que cuando nos bajamos ya en el Puerto de Navafría, justo en el límite de las provincias de Madrid y Segovia, para plantearnos subir el pico de El Nevero, las orejas se nos empezaron a congelar de inmediato y todo hacía indicar que teníamos que darnos media vuelta y cancelar el plan. 

A todo esto Pane, que por si no os habéis dado cuenta también forma parte de los mortales, comenzó a tener frío, por lo que decidió disfrazar de no sé...algo raro...

Apenas se nota en su cara el viento que hacía, nada, jajaja....así es que ataviados con la escasa ropa de abrigo que teníamos y después de comprobar que el nivel de aceite del avión del hombre de amarillo no nos causase un mal mayor, unos osados ciclistas nos hicieron una foto para que constase en los annales del blog y así, partimos hasta el pueblo de Lozoya, de nuevo, para volver a desayunar (foto de las emociones de arriba)

















Emocionante estaba siendo sin duda nuestra pequeña aventura...algo de tristeza, frío, risas, frío, decepción, frío, mosqueo automovilístico, ¿ya he dicho frío?

Decidimos bajar a Lozoya y mientras degustamos un desayuno cargado (con palmeras de chocolate y una porción de tarta de queso), Pane tuvo la brillante idea de realizar una ruta que hizo con sus chicos de Menudos Corazones, una ruta de unos 14 km (ida y vuelta), que discurre por el Camino Natural del Valle del Lozoya. Como ya dije en una entrada anterior, Descubrimientos en Guadarrama, en cada nueva excursión algo nuevo nos embarga de...sí, eso, ¡emoción!

Nunca antes había recorrido estos parajes y desde luego que merece la pena dedicar tiempo a andar y contemplar, nada más. El camino que tomamos nace de un aparcamiento bien señalizado, casi en la entrada del pueblo, y la senda es bastante llana y ancha como para andar con tranquilidad mientras se contemplan fotos como la de la izquierda. 
Dicho camino está muy bien señalizado y discurre por el embalse de la Pinilla, muy conocido en la Comunidad de Madrid (que más tarde nos dimos cuenta que es navegable, pero no bañable).

El camino apenas nos creo trabas, pero sí nos dejo impresionantes fotos como las siguientes...




Poco a poco íbamos acumulando metros y metros, y kilómetros y kilómetros en nuestras piernas y decidimos parar en Alameda del Valle, un pueblo que contaba con otra sorpresa más, además de un ejército de vacas y toros...





En esta pradera de la izquierda decidimos parar a comer y tuvo lugar el I certamen de ensaladas campestres como bien anunciamos en nuestra página de Facebook. La verdad es que eso de ser jurado tiene su aquel porque siempre quieres contentar a todos, pero el veredicto era inapelable. Maca ofreció una ensalada de arroz bastante rica, sobre todo por su regustillo a ajo, que me encanta ,jajaja; Inés, una ensalada de remolacha, que no probé pero tenía buena pinta; Gema una ensalada de pasta con cangrejo y Pane una maxi ensalada (claro, con lo grande que es...) de pasta también pero con un toque algo especial. El resultado fue que Pane se llevó el primer concurso de ensaladas campestres y aunque Alicia y yo somos más de bocatas, al menos a mí ya me ha picado el gusanillo de cargar con un tupper repleto de hidratos de carbono bien cocinados. 

He de reconocer que  las que probé estaban todas ricas (seguro que la de Inés también lo estaba), así es que para la siguiente o bien hacemos el II certamen o pasamos a las tortillas de patata, como bien comentó Gema.

El premio de Pane fue un "masaje" que le dio Gema y que hizo las delicias de los demás que, tumbados boca arriba y tomando el sol, no dejábamos de reír (sobre todo Alicia).

El movimiento de las vacas y de algunos toros hacia donde estábamos y de la hora que era, nos hizo levantarnos y ponernos en marcha de nuevo hacia Lozoya, volviendo atrás sobre nuestros pasos. El camino, algo más pesado en sus últimos tramos, nos hizo descubrir la razón por la que el embalse de la Pinilla es navegable (varias piragüas y canoas nos dieron la razón) y justo enfrente un bar de lo más elegante y con música chill out nos dio el alto y decidimos que aquella era la mejor forma de acabar la ruta, con un buen refrigerio y, para sorpresa de varios, una gran cagarruta de pájaro que casi nos hace temblar a todos, sobre todo a Pane, que ya había pisado una moñiga reciente de vaca justo cuando nos volvíamos. 

El resto de la aventura fue de nuevo de preocupación porque el tapón del aceite del coche de Pane nos dio más de un quebradero de cabeza; el maldito no se movía ni queriendo. Un buen hombre nos dejó unos alicates y fue entonces cuando por fin se pudo echar aceite y despedirnos.

Esto no quedará así y en cuanto tengamos la oportunidad volveremos a compartir experiencias y emociones rodeados de naturaleza y, sobre todo, de grandes compañías. ¡Gracias una vez más a todos!

Os dejo abajo, como siempre, los datos guardados por Wikiloc....

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